martes, 12 de agosto de 2008

¡Que tengas una buena vida!

A un año del bicentenario por el Primer Grito de Independencia de América, en la víspera del 10 de agosto, el centro histórico de la ciudad de Quito reventó con más de 300.000 personas que visitaron, museos, teatros, plazas y descubrieron más de su historia.



“Siempre me traes a ver lo que tu quieres”
, le reclama María a su papá, mientras esperaban en la cola de la entrada a la Sala Capitular de la Iglesia de San Agustín, “por qué te quieres ir para La Ronda, solo déjame ver lo que hay aquí”, insistía la adolescente, cuando estaban a cinco personas de ingresar al local.

La vestimenta de quienes guiaban el lugar era de la época de aquel 10 de Agosto, de pronto me cortan la viada; “nada de cámaras porque el flash daña los lienzos”, comentó media brava la guía, mientras seguía explicándolo todo a los que nunca pasan desapercibidos, una jorga de niños que perplejos por los cuadros de los pasillos, no paraban de levantar la mano, como en la escuela, para fregarle la paciencia y la exposición.

El trajín de tener todo en la retina auguraba un día lleno de historia, pero el despecho mató el interés al llegar al Museo de la Ciudad y ver que la fila para ingresar llegaba hasta la plaza de Santo Domingo. Varios que caminaban cerca decían: “imposible, cuando nos toque ya estaremos celebrando el bicentenario”, pero otros respondían con revanchismo esas afirmaciones: el que quiera celeste…, bueno ya saben.

En una de esas situaciones típicas de los vivarachos vimos la oportunidad de colarnos en otro sitio, ¿qué dicen?, ¿aquí estarán?, y de una se entró al Museo Numismático ¡sin mucha cola! En este lugar te hacen acordar de lo que otros ya no quieren que te acuerdes, de tu devaluado sucre, el que te permitía ver los precios de zapatos en tres o cuatro cifras, pero además te muestran unas monedas de hace fuu…, y te enteras del por qué del término “pelucón”, si no me cree, vaya y vea.

Al final de la noche, cuando se debatía sobre lo más destacado de la Velada Libertaria, unos se quedaron con el espectáculo “Luz de Quito, Siempre Viva” de la Plaza Grande, por la música y los pirotécnicos; otros con los museos, por la oportunidad gratuita de conocer más de su historia y tradiciones, otros discutían si eran o no mazorcas de maíz lo que decoraba el techo de la Sala Capitular; pero a quienes les recibió Juan de Dios Morales (de a mentira) en San Agustín, se les quedó aquella despedida grabada, “Que tengan una buena vida”, lo que anunciaba también una buena muerte, es decir, con sentido, que valga la pena, que haga que cuando te vayas no te olviden así pasen 199 años.

por Juan Carlos Albuja

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